Cómo somos los humanos, nuestro cerebro mantiene todavía vestigios del pasado en el que reaccionamos de manera completamente irracional ante la mínima sensación de peligro. Nuestro cerebro está en alerta ante cualquier amenaza y ello nos ha garantizado la supervivencia a lo largo de nuestra historia.
La subida del IVA ha causado ese tipo de reacción, aunque no se trate estrictamente de una amenaza contra nuestra vida, lo percibimos como una necesidad de actuar ante un cambio amenazante: compremos ahora que mañana subirán los precios.
Quiero apelar a ese instinto de supervivencia que caracteriza en general a la especie animal para actuar frente al peligro al que está expuesto el pequeño comercio, y es que si no hacemos algo pronto, nuestro comercio urbano se convertirá en una reliquia.
Medidas como la del IVA, no ayudarán en absoluto a frenar la caída del consumo, más bien contribuirán a agravarla, pero no queda otra y como yo no soy economista, he de entender que son medidas necesarias para superar esta crisis. Así que asumimos este cambio, pero se nos debería disparar el sentido de alerta (si todavía no lo ha hecho) para trabajar en la dirección correcta y paliar este aumento de precios con otras alternativas. Desterremos la idea de que la única opción es la que están llevando a cabo los grandes operadores que es asumir de manera temporal el aumento del IVA –¿no será que les sale más a cuenta mantener precios que asumir el coste de cambiar el etiquetaje de sus productos?-.
Demos rienda suelta a nuestra imaginación y esforcémonos en entender al consumidor y ofrecerles productos y servicios distintivos: mejor calidad, mejor trato, mejor ambiente, más cercanía… el consumidor no pagará más por algo que es exactamente igual que lo que le ofrece la gran superficie, pero sí que lo hará si le aportamos ese toque personalizado y familiar que tanto buscamos.
No es lo mismo sentarte en una terraza en la que el camarero a duras penas te saluda, que en la terraza de al lado donde el camarero se muestra simpático con tu hijo o te ayuda a entrar dentro cuando se pone a llover de manera inesperada y te despide con cariño, dándote la sensación de que acabas de hacer un nuevo amigo. El buen trato no cuesta dinero y es un arma de fidelización muy potente. Conseguir que la experiencia de compra o el momento de consumo sea algo agradable y te transmita que eres un cliente exclusivo en ese momento, es un valor nada despreciable y muy competitivo.
Os incluyo este enlace en el que se habla de otras maneras de fidelizar al cliente, más allá de la batalla del precio.
http://www.comercionista.com/promocion-venta/la-fidelizacion-clientes
Y si queréis ver lo que piensan los consumidores sobre la subida del IVA mirar, este enlace que hemos colgado en FB
https://www.facebook.com/pages/Retailtalent/236572076459579